Globalización, desarrollo regional y
atomización del Estado Nación ©Martha C. Vargas T. Se permite
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y cuando se mencione el Título y la autora y se le informe por escrito a: |
2.2.3 Configuración del estado nacional colombianoPara ilustrar los aspectos principales que
inciden en la formación de un Estado Nacional se examina el proceso de
conformación de la República de Colombia. En su libro titulado “En el Camino hacia
la Nación”, Hans-Joachim Köning muestra cómo la política de los borbones,
cuyo reinado se inició con Felipe V en 1701, provocó un creciente
distanciamiento por parte de la alta sociedad criolla frente a los españoles,
y fue surgiendo la identidad neogranadina y la conciencia sobre los propios
intereses y necesidades. Estos elementos, posteriormente, propulsarían las
luchas por la separación y la autonomía. Hasta mediados del siglo XVIII, la
proporción de funcionarios criollos y españoles peninsulares era 2:1. Después
de 1759, con el ascenso de Carlos III, esa relación desfavoreció más a los
criollos. El aumento de los controles por parte de la Corona para evitar los
desfalcos al erario, redundaron en una mayor discriminación contra los
americanos, y en el creciente descontento de éstos. Esta discriminación fue
decisiva para formar la conciencia nacional y en el respectivo proceso
emancipador. La Ilustración europea, con su fe en la
razón y su confianza optimista en las ciencias, sobre todo las naturales y experimentales,
también estaba viva en España. Esta nueva escuela de pensamiento se inicia
con el rechazo a los contenidos educativos tradicionales de la escolástica y
pone en marcha una reforma cultural que apunta a la ciencia moderna y a sus
métodos de investigación. Las ideas renovadoras se extendieron velozmente por
la Nueva Granada a través de escritos de españoles ilustrados como Feijóo,
Jovellanos, Campomanes y el Conde de Floridablanca. En estas tierras también
se difundieron las obras de pensadores ingleses y franceses como Locke,
Montesquieu, Voltaire, Rousseau, entre otros. Representantes de las nuevas
ciencias naturales como el sabio José Celestino Mutis, Juan José D’Elhuyar,
Aimé Bonpland y Alexander Von Humboldt contribuyeron a difundir y a cimentar
las ideas de la Ilustración. Neogranadinos como Francisco Antonio Moreno y
Escandón, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Narváez y Latorre, José María Cabal y
Francisco Antonio Zea, entre otros, también apuntalaron las nuevas ideas, que
habrían de ser decisivas en el proceso de independencia. El movimiento de emancipación de la Nueva
Granada, como los de las otras naciones americanas, fue un movimiento
nacional que a la vez contenía un marcado carácter internacionalista, pues
buscaba integrar a estos territorios a las corrientes del progreso humano de
la época, y no apartarlos. Debe mencionarse por aparte la Expedición
Botánica, cuyas investigaciones científicas en los campos de la botánica, la
zoología, la geografía, la astronomía y la mineralogía, causaron admiración
incluso entre los naturalistas europeos. La Expedición se convirtió
prontamente en el centro de la reforma cultural para la Nueva Granada, dando
estímulo a numerosos trabajos científicos. Varios Neogranadinos colaboraron
en calidad de investigadores, dibujantes o pintores. Gracias a estas
actividades adquirieron conocimientos sobre el propio país y descubrieron las
riquezas y posibilidades de la patria. Entre los más destacados figuraron
Eloy Valenzuela, Pedro Fermín de Vargas , Francisco Antonio Zea, José Félix
Restrepo, Francisco José de Caldas, Sinforoso Mutis, Jorge Tadeo Lozano,
Joaquín Camacho y Miguel Pombo. Hans Hoachim König toma de la propia pluma
de los patriotas de la época estas citas. Escribía Francisco Antonio Zea:
“Que distinta sería la suerte de la Patria, si este (ciencias exactas)
hubiera sido el estudio de nuestros Padres! Tendríamos una Agricultura
floreciente, no estarían las Artes en la cuna, habría Comercio, no viviéramos
en la miseria, que nos debora, y nuestra racionalidad ya no será un problema
para esos escritores, que nos equivocan con las bestias, y nos juzgan
incapaces de concebir un pensamiento” Así pues Zea, no sólo resalta la
importancia de las ciencias naturales sino que las liga a la superación de la
miseria y el atraso y rechaza la subvaloración que se hacía de las
capacidades del hombre americano. Criticando el sistema educativo vigente y
apoyado en los avances de la Expedición, Caldas decía en su periódico
Semanario en 1809: “Las
circunstancias en que nos hallamos piden que dirijamos muestras miras hacia
aquéllos objetos de primera necesidad antes de pensar en los del lujo. ¿Un
pueblo que no tiene caminos, cuya agricultura, industria, comercio casi
agonizan, como puede ocuparse en proyectos brillantes, y las más veces
imaginarios? El cultivo de una planta, un camino cómodo y más pronto, el
plano de un Departamento, la latitud y la temperatura de un lugar, el
reconocimiento de un río, etc. etc., son asuntos más importantes que todas
aquellas cuestiones ruidosas en que pueden lucir el genio, la erudición y la
elocuencia.” Diego Martín Tanco propagó en el Semanario
de la Nueva Granada la idea de la enseñanza pública, gratuita, igualitaria,
consolidada y sostenida por el Estado y propuso un plan para la formación de
una Escuela Patriótica. Zea, Nariño y Tanco se apoyaron en las ideas de la
Ilustración para afianzar su patriotismo y su fe en el progreso del propio
país. Esta es una característica de la nueva orientación cultural que buscaba
sacudirse de la dependencia colonial. A esos propósitos contribuyeron tanto
las tertulias que se organizaron en Santafé, Cartagena y Santa Marta, y que
se ocupaban en debatir cuestiones literarias, económicas y políticas, como
los periódicos que empezaron a circular en las postrimerías del siglo XVIII y
que fueron definitivos en la conformación de una elite intelectual con un
hondo sentimiento patriótico. Tanto en los foros mencionados como en la
prensa se sometió a crítica la estructura económica y política que frenaba el
desarrollo material y espiritual de la Nueva Granada. Téngase en cuenta que
los periódicos alcanzaban un número de suscriptores que apenas llegaba a 250
ó 300 personas. Este agitado ambiente ideológico y
cultural fue el suelo fecundo en el que germinó la identidad nacional de los
neogranadinos, que a la postre, conduciría a la formación de la República de
Colombia. Entre las reivindicaciones de los criollos
las económicas eran, desde luego, prioritarias. José Manuel Restrepo
explicaba: “Mejorar la agricultura y hacer opulento a su país es lo que
constituye el verdadero patriotismo.” Al explorar los recursos naturales de la
Nueva Granada, los criollos aprovecharon la ocasión para mostrar la
ignorancia y los prejuicios de los europeos frente a las cualidades
geográficas naturales de América y de sus habitantes. El naturalista francés
Buffon había teorizado acerca de la debilidad y la pequeñez de los animales
americanos en comparación con los europeos y africanos. Por su parte el
filósofo naturalista prusiano De Paw sostenía la tesis de la inferioridad de
los hombres y los señalaba como verdaderos degenerados. Estas opiniones se
difundieron ampliamente y se hicieron muy conocidas a través de la obra de
Roberston de 1777, titulada Historia de
América. Caldas rechazó agudamente la opinión de De
Paw en un pasaje de su escrito titulado
Del influjo del clima sobre los seres organizados. Sostuvo que las
deficiencias en el desarrollo de la población no resultaban de las
condiciones climáticas, sino de la situación política de una colonia
dependiente. Mientras tanto José María Salazar, al rechazar también la
supuesta inferioridad del americano, destacó los desarrollos alcanzados por
las civilizaciones muiscas y añadió que su atraso relativo tenía origen en
causas sociales. En conclusión, la Expedición Botánica
contribuyó enormemente a la valoración de la geografía y del territorio como
elementos clave en la formación de la conciencia nacional. De igual manera,
permitió superar los sentimientos de inferioridad y dar seguridad a los criollos
sobre los éxitos que se alcanzarían con la independencia. Los intelectuales de Santafé y de otras
provincias del Nuevo Reino de Granada desataron una ofensiva de críticas
contra el sistema económico colonial. Esta polémica la iniciaron desde
finales del siglo XVIII. Ya en 1778, el gobernador de Santa Marta, Antonio de
Narváez y Latorre informó al ministro de indias sobre la desesperante
situación económica de su provincia y expuso las ventajas que traería al
Nuevo Reino el comercio con los no españoles. Pedro Fermín de Vargas en sus
escritos Pensamientos políticos,
aparecidos en 1790 y en su Memorias
sobre la población del Nuevo Reino de Granada, describió el atraso de su
patria y bosquejó al mismo tiempo un nuevo concepto económico. En 1797,
Antonio Nariño escribió el Nuevo Plan
de Administración, destinado al Virrey Mendinueta. Dichos escritos
aludían a la necesaria unidad del proceso económico, al que Pedro Fermín de
Vargas se refería diciendo: “El cuerpo político (...) puede compararse a un
árbol, cuyas raíces son la agricultura, el tronco la población, y las ramas,
hojas y frutos, la industria y el comercio”. Reclamaban que los cereales se
protegieran de la competencia extranjera, que se liberara a la agricultura de
cargas feudales como la alcabala, la sisa, los diezmos, los monopolios
estatales, las prohibiciones de cultivo y otras limitaciones. También exigían
una más razonable repartición de las tierras y métodos más modernos para
cultivar. De sus peticiones no se escapaban las de desarrollar adecuadas
formas de transporte y de alcanzar un intercambio mayor entre las regiones
aisladas de la Nueva Granada. Querían desarrollar la industria y explotar las
minas de hierro para fabricar herramientas. A juzgar por la experiencia histórica de
los orígenes de la formación de la República de Colombia, el anhelo del
desarrollo económico propio constituye una característica esencial de las
luchas nacionales. En la Nueva Granada se venían dando
cambios de gran importancia, tales como el aumento de la población en general
y de la urbana en particular, el creciente mestizaje, y el descenso de la
población indígena. Según el censo de 1778, en el territorio de la Audiencia
de Santafé o Virreinato de la Nueva Granada había 826.550 habitantes, de
ellos 277.068 eran blancos; 368.093, mestizos; 136.753, indios y 44.636,
esclavos negros. Se había venido formando una clase media,
constituida primordialmente por agricultores y pequeños propietarios de
fundos. Esta clase media reclamaba tierras, incluidas las de los resguardos
indígenas, y exigía la remoción de los obstáculos a su actividad. La
creciente población urbana demandaba productos que la Península, en muchas
ocasiones, no podía abastecer, por los conflictos bélicos y los bloqueos que
tuvo que enfrentar, y por su propia crisis productiva. A pesar de los choques por tierras entre
los agricultores y los indígenas, los intelectuales patriotas, con la mira de
lograr la unidad de la población, comenzaron a denunciar que la Corona
española mantenía una política de segregación y separación de razas, con la
cual había logrado escindir la población de la Nueva Granada en dos grupos de
súbditos separados uno de otro, administrados independientemente y
distanciados también espacialmente. Según ellos se había constituido una república
de españoles y una de indios. Vargas, Nariño, Moreno y Escandón y los
voceros de los comuneros de 1781 abogaban por una renuncia a ese anacrónico
dualismo social y político. Se hablaba, en el lenguaje de la época, de la
conformación de un único grupo nacional de súbditos, de vasallos. Concepto
que después sería reemplazado por el de un único grupo nacional de
ciudadanos. Pedro Fermín de Vargas habló de la necesidad de la integración
paulatina como fundamento para un estado propio y enfatizó en la importancia
del mestizaje y de abolir el estatus particular de los indios, mediante la
supresión de los tributos especiales y el reparto a los nativos, en propiedad
individual, de la tierra de los resguardos. Según Hans-Joachim Köning uno de los
criterios de determinación para constituir la nueva entidad estatal o
nacional fue el de que ésta se conformaba con americanos. Pero el concepto de
americano no era racial o de cualidades culturales específicas, o de
identidad étnica. La heterogeneidad de la población en la América española no
permitía que se estableciera un criterio étnico para la unidad estatal o
nacional. Se trataba de integrar las diferentes razas y etnias en una sola
nación. Esta política de unidad de las distintas razas y culturas se extendió
al trato amplio que se dió a los inmigrantes y a los propios españoles
peninsulares que se mantuvieron en el país. Al hablar de americanos se aludía
más que a la simple pertenencia geográfica a la situación de dependencia y
subordinación coloniales. Se podría concluir que la formación de la
República de Colombia se cimentó en un proceso histórico que, a lo largo de
los siglos coloniales, conformó una comunidad nacional identificada con un
territorio, que se fue uniendo a causa de la discriminación y opresión peninsulares,
y que, deseosa de dar impulso a su desarrollo económico independiente e
influenciada por el pensamiento del capitalismo europeo en ascenso, y
apoyándose en la prensa y la actividad educativa y cultural, logró cohesionar
un movimiento nacional que habría de reivindicar la autonomía, la soberanía
política de la nación. Las diferencias de razas, etnia ni cultura no fueron
obstáculo para forjar la nación. El asunto deslindante fue el anticolonial, y
todo el esfuerzo se centró no en resaltar las diferencias entre los
habitantes de la Nueva Granada, sino en destacar los intereses que los unían.
Se puede afirmar que este proceso no correspondió a la teoría de
nación-genio, que se expuso arriba. |