Globalización, desarrollo regional y atomización del Estado Nación

 

©Martha C. Vargas T.


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2.5 Relaciones estado nacional empresa multinacional

Con respecto a los cambios ocurridos en las empresas multinacionales y a las relaciones de éstas con los estados, la multinacional típica tenía una casa matriz con hijas en varios países extranjeros. Las decisiones importantes acerca de las asignaciones de capital, del personal clave, de qué productos o servicios se vendían en el mundo, se centralizaban en la casa matriz. Y ésta concentraba las actividades de investigación y desarrollo. Pero en las áreas de manufactura, comercialización, finanzas y manejo de personal, las hijas gozaban de amplia autonomía. (Drucker, 1.996 p. 48 : ).

Drucker explica que para las filiales era importante parecer una empresa nativa. Sus ejecutivos se enorgullecían de fabricar localmente hasta el 90% de los productos que necesitaban. Igualmente de incorporar una mayoría de personal directivo del país receptor. El autor mencionado señala que ahora las decisiones se vienen concentrando en la casa matriz, incluso las de las cuatro áreas que eran potestativas de las filiales.

Uno de los factores que impulsan la centralización es la escala productiva alcanzada, ya que incluso mercados tan grandes como el de Francia o Estados Unidos, resultan pequeños. También la automatización exige centralizar una gama creciente de productos y procesos. Es el caso de la planta automatizada de motores de la Fiat, la cual para funcionar a plenitud económicamente, necesita producir un volumen equivalente al doble de lo que consume la propia Fiat.

La decisión de centralizar, dice Drucker, choca con los anhelos de conservar puestos de trabajo y con otras aspiraciones nacionales. La oposición no proviene sólo de los sectores obreros o estatales, sino que se da incluso en el seno de las propias subsidiarias de la multinacional en los países que dejan de producir.

El mercado se globaliza en el sentido de que muchos productos y servicios satisfacen gustos, valores o maneras de comprar de todos los clientes, cualquiera que sea su nación o su cultura. Hay mercados de otros productos que se segmentan, pero lo hacen de acuerdo con estilos de vida, por ejemplo, y no con distinciones geográficas.

Las decisiones en materia comercial se están tomando cada vez más al nivel del sistema, especialmente en lo que respecta a los servicios para los distribuidores y los clientes, que están cobrando una importancia crucial en todas partes. Hablando de las finanzas, la subsidiaria autónoma se vuelve una amenaza. El fraccionamiento de las decisiones en materia de administración financiera fue la principal causa del mal desempeño de las multinacionales norteamericanas en la época del dólar sobrevaluado. Drucker insiste en que hay que darle el manejo al sistema y quitárselo a las unidades operacionales. Así lo han hecho la Exxon y la IBM. Las asignaciones de capital deben hacerse también centralmente. En esto están adelantados los japoneses, en cuyas multinacionales los ingresos y el flujo de caja de cada una de las unidades de ultramar se manejan tan centralizadamente como los de la casa matriz. Esto les permite sacar ingresos de las sucursales de unos países para concentrarlas en las de otros.

Las empresas multinacionales deben su origen a la contracción del espacio internacional, producto de los vertiginosos avances en las comunicaciones y en las computadoras. Estos progresos permiten que las compañías concentren velozmente la información de sus actividades en las distintas áreas del globo y tomen decisiones que pueden comunicar inmediatamente a sus agencias.

Para este autor, las multinacionales se originaron durante la II posguerra mundial, ya que anteriormente las empresas con negocios en distintos países, estaban organizadas con el esquema llamado de matrices y filiales. En esa época las interacciones entre las unidades de la red eran infrecuentes. Las diferencias nacionales en materia de preferencias de los consumidores y de normas industriales eran considerables entonces, y dado que existían altas barreras nacionales al comercio y a los pagos, las unidades de estas empresas operaban en compartimentos relativamente aislados.

En consecuencia, las comunicaciones entre ellas podían limitarse a contactos ocasionales de los dirigentes. Pero las organizaciones de esta clase, también conocida como estructuras de madres e hijas, estaban desapareciendo a principios de los años 70. Un estudio de 60 empresas multinacionales grandes cuya sede se encontraba en el continente europeo, revela que 10 de ellas habían abandonado esa estructura antes de 1968 y otras 29 lo habían hecho para 1971. Este proceso se había venido cumpliendo desde los años 50 en las empresas norteamericanas.

En 1971, sólo una tercera parte de las 60 empresas estudiadas conservaban la estructura de matrices y filiales, las otras habían adoptado organizaciones más adecuadas para el ejercicio de controles estrictos en la red.

La tendencia hacia la coordinación y el control globales asociada al desarrollo de las multinacionales se refleja en los resultados de varios estudios, entre los que se destaca el de Alfred Chandler “Multi-Unit Enterprise”.

En los últimos decenios, una proporción creciente de las empresas más grandes del mundo ha tendido hacia una estructura de organización basada en las divisiones por productos, de modo que cada una de estas centraliza las operaciones en todo el mundo.

Las multinacionales se han distinguido por su gran tamaño, en el caso de Estados Unidos tienen en promedio tres veces el de una empresa nacional. Son los gigantes de la industria, el comercio y la banca moderna, cuentan con ventas anuales de miles de millones de dólares y sus presupuestos de publicidad e investigación alcanzan los cientos de millones de dólares. Es tal su dimensión que muchas de ellas tienen presupuestos anuales que superan con creces el PIB de muchos países en desarrollo.

Para mediados de los años setenta, muchas de ellas realizaban en sus subsidiarias extranjeras más de la mitad de las ventas totales de su red multinacional. En 1974, 100 de las 179 multinacionales más grandes de Estados Unidos realizaban en sus subsidiarias extranjeras cerca de 200.000 millones de dólares.

Hablando de las relaciones entre las multinacionales y el Estado nacional, surge una generalización fundamental, importante para el esclarecimiento de la tensión existente entre las multinacionales y las instituciones nacionales. La mayoría de las redes multinacionales necesita una interacción considerable entre las filiales de la red y cierto grado de control desde el centro y este control central debilita la influencia del gobierno nacional sobre la actuación de la red multinacional. (Vernon, 1980: p. 46).

Es necesario enfatizar, basados en Vernon y en Drucker, 1) que las empresas multinacionales, apremiadas por la competencia y apoyándose en los avances de la ciencia y la tecnología, cambiaron su forma de organización para hacerla más centralizada y ágil. 2) que sus operaciones y control del mercado mundial se han venido acelerando. 3) que este proceso de centralización choca con las exigencias y requisitos de los estados nacionales.

Sobre el debilitamiento del Estado-Nación, vale la pena traer a cuento esta afirmación: “el papel creciente desempeñado por las instituciones internacionales y los consorcios supranacionales en las políticas mundiales no puede equipararse con la desaparición del estado-nación. Pero el precio que pagan los estados-nación por su supervivencia precaria como segmentos de redes de estados es el de su pérdida de importancia, con lo que se debilita su legitimidad y, en última instancia, se fomenta su impotencia”. (Castells, 1.999, p. 298).


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