Globalización, desarrollo regional y atomización del Estado Nación

 

©Martha C. Vargas T.


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2.6 Las multinacionales. Su poderío.

El aspecto tal vez más importante para entender la globalización es el del enorme poderío de las empresas multinacionales.

Como se señaló arriba, el capitalismo pasó de la libre competencia al monopolio, u oligopolio, al declinar el siglo XIX y alborear el XX. Las ramas industriales de alimentación, maquinaria eléctrica, metales primarios, petróleo, instrumentos, caucho y tabaco, estaban controladas por empresas gigantes. Pero esto no era todo, habían comenzado a expandirse internacionalmente. Alfred Chandler, tomando datos de Mira Wilkins, enumera las compañías norteamericanas que, en 1914, tenían dos o más fábricas en el extranjero o una fábrica y establecimientos productores de materias primas.

Lenin menciona que el número de carteles en Alemania, en 1896, era de 250, y en 1905, de 385, con un control de más de 12.000 establecimientos. La situación era semejante en todos los países capitalistas. En la obra acerca del imperialismo, en el capítulo quinto, que trata sobre el reparto del mundo entre asociaciones de capitalistas, Lenin muestra cómo la industria eléctrica estaba ya en 1912 controlada por la A.E.G. y la Siemens. Casos semejantes se presentaban con la industria petrolera y varias otras ramas claves de la producción y de las finanzas. Desde aquella época la mano invisible del mercado había sido remplazada por el enorme puño visible de los trusts.

Al respecto, Chandler señala que en 1947, las 200 empresas más grandes de los Estados Unidos representaban el 30% del valor añadido en la fabricación y el 47.2% del total de activos de las empresas manufactureras. En 1963, después de haberse diversificado y organizado en divisiones, constituían el 41% del valor añadido y el 56.3% de los activos. En 1968, esta última cifra se había elevado a un 60.9%. Según la Federal Trade Comission Corporate las 200 mayores manufactureras y mineras controlaban en activos el 44.2% en 1947, el 55.3% en 1963 y el 58.6% en 1968. Chandler concluye que la empresa moderna remplazó los mecanismos de mercado en la coordinación de las actividades de la economía y en la asignación de sus recursos. (Chandler, 1985, p. 62).

En los periodos posteriores, el poderío de esos colosos no hizo nada distinto que afianzarse, como lo demuestra el informe de la Unctad de 1997, comentado ampliamente en el capítulo sobre la globalización. El apoyo de los estados fue definitivo en ese proceso. Sobre el respaldo estatal a dichas empresas hacen un análisis Piore y Sabel (op. citada). El respaldo no se limita al mercado nacional, los altos funcionarios de los países capitalistas negocian en los mercados extranjeros toda clase de condiciones favorables para las transnacionales de sus propias naciones. En Europa se dio la campaña de apoyo a los “campeones nacionales”, empresas que como la Renault incursionaban en el mercado mundial. Si en un comienzo, las multinacionales limitaron sus inversiones en los pueblos atrasados o en los territorios coloniales a la producción de materias primas, el exceso de capacidad las llevó a instalar factorías, ya no sólo en los países capitalistas, sino también en varias naciones en desarrollo, en procura de controlar los mercados internos.

Como fue explicado ya, la recrudecida competencia entre las transnacionales norteamericanas, europeas y japonesas; el consecuente descenso de las ganancias y la imperiosa necesidad de bajar los costos, las llevaron a deslocalizar la producción. Un propósito fundamental de esta política es atomizar a la clase obrera industrial, para quebrar su resistencia e imponer la baja de los salarios. Abundan los ejemplos de las diferencias salariales entre México y los Estados Unidos, por ejemplo. Peter Drucker dice que las empresas de chimenea pueden trasladar el trabajo de mano de obra intensiva al tercer mundo, comenzando con México, y allí conseguir mano de obra fabril abundante y barata. Afirma que los que no tienen alternativa son los trabajadores de ese tipo de industria ni sus sindicatos. Advierte que, o toman la iniciativa de desarrollar nuevos conceptos y políticas en materia de salarios y subsidios o tendrán que afrontar la rápida disminución y definitivo desaparecimiento del empleo y de los sindicatos con éste. (Drucker , 1.996, p. 54).

En conclusión, los oligopolios multinacionales buscan en los países en desarrollo, en primer lugar, mano de obra barata, para llevar a cabo operaciones intensivas en este factor. Se fomentan las maquilas,[1] muchas de ellas con un bajo nivel tecnológico, ya que uno de los propósitos es evitar incurrir en altos costos que pueden reducir las ganancias y restar movilidad a los capitales. Si no las únicas, las multinacionales son las primeras beneficiarias de la globalización. Así lo demuestran los datos del Banco Mundial, en el Informe sobre el Desarrollo Mundial, de 1995, titulado El mundo del trabajo en una economía integrada. “Dichas firmas multiplicaron por cuatro sus colocaciones de capital; entre 1985 y 1992 abrieron 5 millones de puestos de trabajo en las naciones pobres, de 8 millones en todo el mundo. Los empleos directos de las multinacionales en los países en desarrollo llegaron a 12 millones y los indirectos alcanzan a otro tanto, debido a la utilización generalizada del sistema de subcontratación”[2].

Y agrega el B.M.: “Las corrientes comerciales transfronterizas dentro de las empresas transnacionales representan hoy día aproximadamente 1/3 del comercio mundial y quizá hasta un 15% del PNB mundial”.

Pero el BM aclara también la importancia de los países en desarrollo para las multinacionales: “Hoy en día, la inversión extranjera directa reacciona rápidamente para aprovechar las nuevas oportunidades de obtener ganancias y hace que la producción se traslade a lugares donde los salarios, en relación con la productividad potencial, son bajos. Es importante que los países atraigan capital por razones económicas sólidas, y no mediante la protección de sus mercados internos, ya que las empresas multinacionales no tardarán en explotar la situación. Antes, la inversión extranjera directa se dirigía sobre todo hacia países con mercados internos grandes y prósperos, como los Estados Unidos y el Reino Unido; así lo indica la estrecha correlación que existía entre esa inversión y el ingreso per cápita. En cambio, últimamente ha tendido a ir en busca de plataformas menos costosas para la exportación, y la relación entre el volumen de inversiones extranjeras directas (como proporción de la inversión total) y el ingreso per cápita casi ha desaparecido”. Es decir que, exceptuando las inversiones en finanzas y en los servicios públicos, el interés central de las multinacionales no es solo el mercado interior de los países en desarrollo, lo que a nuestro juicio tiene importancia decisiva en lo atinente a su actitud con respecto al estado nacional.

Continúa el BM: “Un porcentaje considerable del empleo en el sector moderno de la industria manufacturera, tanto en países grandes como pequeños, se debe a las empresas multinacionales (más de una quinta parte en la Argentina, Barbados, Filipinas, Indonesia, Malasia, Mauricio, México, Singapur y Sri Lanka)”. Sin embargo, muchos países en desarrollo temen que el aumento de la competencia por la obtención de fondos produzca un incremento de las inversiones sin vinculación permanente, que ante la menor perturbación se retirarán del país y que seguramente no establecerán vínculos estrechos con el resto de la economía. Las inversiones en zonas francas industriales - zonas libres de impuestos donde trabaja alrededor del 45% del total del personal que emplean las empresas multinacionales en los países en desarrollo- es un buen ejemplo: en esos casos los únicos beneficios para el país receptor son los ingresos percibidos por los trabajadores. Este problema es especialmente grave en las industrias que requieren mano de obra poco calificada, como las prendas de vestir y calzado en que el nivel de conocimientos propio de cada empresa es muy bajo y los costos de salida son reducidos.” No sólo pagan salarios bajos, sino que además están prácticamente exentas de impuestos, y no establecen, en varios casos, vinculación permanente con el resto de la economía nacional. Pero el BM consuela a los países pobres: “Estos temores pueden ser legítimos, pero la alternativa de que las empresas multinacionales no creen nuevos puestos de trabajo es todavía menos deseable.”

Corroborando los datos del BM arriba citados, en cuanto a que las multinacionales tienen un papel tan preponderante en varios países en desarrollo, que van desplazando a la industria local, la revista mexicana del Banco Nacional de Comercio Exterior, señala: “A la industria maquiladora correspondió un tercio de las exportaciones mexicanas en 1990, proporción que ascendió a casi 40% en 1995; en igual lapso, el peso relativo de las importaciones de las industrias maquiladoras en las compras totales mexicanas se elevó de 25 a 35 por ciento.”[3] Así, la economía del país azteca es subsidiaria de un grupo de monopolios, que desarrollan en México los trabajos intensivos en mano de obra.


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4. Según GRUNWALD, Y FLAM, la maquila es definida como la planta que realiza operaciones de fabricación, total o parcial, de un producto para una empresa de mayores dimensiones generalmente con sede en otro país.

5. BANCO MUNDIAL. Op. cit

6. Revista mexicana de comercio exterior. Vol.46, No. 7, julio de 1996. P. 572